Predestinada a una vida cómoda en la corte francesa de finales del siglo XIV, las desgracias personales empujaron a Christine de Pizan a convertirse en uno de los autores más estimados de su tiempo y la primera escritora que pudo vivir de su pluma.
Tal éxito se explica por la inteligencia y determinación de Christine, pero también por su exquisita educación. Adquirida gracias a un padre que, pese a las reticencias de su mujer, le dio acceso a una educación más extensa de la que solían recibir las niñas, pero también a un marido que no se opuso al ansia por aprender de la joven Christine. El ambiente privilegiado de la corte francesa también ayudó, así como poder visitar la biblioteca real del Louvre, en la que pasaba horas enteras.
Aunque, lo que le permitió dar rienda suelta a su gusto por el estudio fue quedarse viuda a los veinticinco años. Tal como ella misma pone en boca de uno de los personajes de su autobiografía La visión de Christine (1405): “…si tu marido hubiera vivido hasta ahora, no habrías podido proseguir tu estudio tan lejos como lo has hecho, pues los asuntos domésticos te lo habrían impedido…”
Y, sin embargo, esa libertad para poder dedicarse a lo que le gustaba, no estaba bien vista en aquella época. Tan solo dos cosas se podían esperar de una viuda: volverse a casar o ingresar en un convento. Cierto que con tres hijos de corta edad lo último no era una opción válida, pero el matrimonio la hubiera ayudado a salir del atolladero financiero en que la muerte de su padre y, apenas unos meses después, la de su esposo, la dejaron. El primero por haber perdido gran parte de sus emolumentos a la muerte del rey Carlos V el Sabio, el segundo, por culpa de su repentina desaparición en 1389, posiblemente víctima de una epidemia de peste.
Pese a las dificultades, Christine decidió que subvendría a las necesidades de su familia gracias a la escritura. Ya en su juventud sus poemas y baladas habían recibido elogios. Más tarde, enviaría sus poesías a diversos mecenas potenciales y se preocuparía de la difusión de sus escritos. También pondría especial cuidado en la fabricación de sus obras, a menudo contenidas en lujosos volúmenes con bellas ilustraciones. Su producción literaria fue prolífica y apreciada, recibiendo el apoyo de numerosos nobles de la época como Felipe II de Borgoña que le encargó una biografía de su hermano el rey Carlos V.
Sus poemas, a menudo sobre temas amorosos, dejarían paso, con los años, a una prosa de corte moralista como en su Libro de las tres virtudes o su Epístola de Othea. En esta última, Othea, la diosa de la sabiduría y de la prudencia, pretende instruir al joven príncipe de Troya, Héctor, evocando momentos de la guerra de Troya que combina con enseñanzas filosóficas y morales.
A través de su obra descubrimos también su compromiso con la defensa de las mujeres. Su crítica del Roman de la Rose, un largo poema escrito un siglo antes pero bastante popular, provocó un encendido debate entre los eruditos de la época. Christine denuncia el carácter injurioso y difamatorio de la obra que considera un ataque al honor de las mujeres, al acusarlas de mala conducta y al tratarlas como simples objetos destinados a satisfacer el placer del hombre.
La ciudad de las damas (1405), que pretende rebatir le prejuicios sobre las mujeres del Roman de la Rose, es quizás la obra más conocida de Christine de Pizan. En ella, cita una larga lista de mujeres ilustres para demostrar el importante papel de la mujer en la evolución de la civilización. Cada una de esas mujeres se convierte en una de las piedras que conforman una fortaleza alegórica destinada a proteger a las víctimas de la difamación misógina. Defiende también Christine que la inferioridad de las mujeres no tiene raíces biológicas sino culturales y que “Si fuera habitual mandar a las niñas a la escuela y enseñarles las ciencias con método, como se hace con los niños, aprenderían y entenderían las dificultades y las sutilezas de todas las artes y las ciencias tan bien como los hombres.”
Tan ardua defensa de la mujer, ha hecho que pasara a la historia como una de las pioneras del feminismo. “No hay tarea demasiado penosa para una mujer inteligente”, escribiría. Para Simone de Beauvoir, Christine de Pizan es “la primera mujer en utilizar su pluma para defender su sexo” (El segundo sexo, 1949). Para otros, un buen ejemplo de que merece la pena luchar por aquello en lo que se cree y que las dificultades de la vida pueden ser oportunidades.
¿Ganas de saber más sobre la literatura y los libros en la Edad Media? Lee mi post: Los códices: un breve viaje atrás en el tiempo.
Fuentes:
- National Geographic España y Francia (artículos de Annalisa Palumbo, marzo y septiembre 2020)
- Capítulo sobre Christine de Pizan en la enciclopedia Patrimoine Litteraire Européen, volumen 6.
- Wikipedia
Enhorabuena!! Me encanta todo lo que escribes!
Muchas gracias.
Que interesante y parece que la lucha de Christine de Pizan continua 6 siglos después
Que interesante y parece que la lucha de Christine de Pizan continua 6 siglos después
Me alegro de que te haya gustado.
La historia de Christine de Pizan es un ejemplo de que «el buen paño en el arca se vende’. Gracias por darnos a conocer a esta memorable mujer.
Gracias a ti por leerme.
No conocía la historia de Christine y me ha parecido muy interesante. Me apunto sus libros para buscar alguno!
Me alegro de que su historia te haya parecido interesante. Fue una mujer impresionante.