MAR MONTES | Escritora – Novelas – Literatura Artículos Los códices: un breve viaje atrás en el tiempo

Los códices: un breve viaje atrás en el tiempo

Quién no se ha maravillado ante un códice medieval, su cuidada grafía y sus ilustraciones ricas en colores. Quién no se ha sentido transportado varios siglos atrás, junto a un monje trazando con materiales rudimentarios, pero con gran esmero, las letras y los motivos que tal obra de arte contendría. Un trabajo fascinante sin duda. Tan fascinante que puede alumbrar una intriga de la talla de «El nombre de la Rosa» de Umberto Eco. En este post os hablaré de la historia y contaré algunas curiosidades de los códices. Pero ¿qué es un códice?

Los códices son en realidad cualquier libro manuscrito anterior a la imprenta (según la definición de la RAE). La palabra proviene del latín codex que significa ‘tronco’ y era el nombre que los romanos daban a las tabletas de arcilla o madera que utilizaban para escribir. Estas se unían con tiras de cuero o piezas metálicas y, según su número, recibían el nombre de dípticos, trípticos o polípticos.

El formato códice

La búsqueda de soportes cada vez más ligeros revolucionaría la fabricación de los libros, cuyo formato se vería fuertemente influenciado por los materiales utilizados. La fragilidad del papiro, por ejemplo, dificultaba el doblado de las hojas, que podían quebrarse. Era entonces más habitual que se enrollara en torno a una varilla. De ahí el término volumen que en latín significa ‘rollo’. El pergamino, obtenido de la piel de animales como la ternera o la oveja, era mucho más flexible y permitía ser doblado en cuadernillos que luego eran cosidos entre sí. Los romanos empezaron a utilizar la palabra codex para designar este formato de libro con páginas y diferenciarlo del rollo tan extendido hasta entonces. El formato códice se generalizaría a partir del siglo IV.

Del papiro al pergamino

Según el historiador Plinio, el pergamino se inventó en Pérgamo en el siglo II a.C. como consecuencia del bloqueo de las exportaciones de papiro a esa ciudad impuesto por el rey egipcio Ptolomeo V. Aunque hay dudas sobre la veracidad del testimonio de Plinio e incluso evidencias de la utilización anterior del pergamino, lo cierto es que la dependencia comercial era uno de los inconvenientes del papiro. Frente a la posibilidad de autoabastecerse criando reses, Egipto tenía el monopolio de producción de la planta del papiro. 

El pergamino tenía además otras ventajas respecto al papiro. Era mucho más resistente, en particular, en climas más húmedos como el europeo, donde el frágil papiro se deterioraba con mayor rapidez. Resultaba también más fácil de ilustrar y corregir (se podía borrar la tinta con un raspador). Permitía además un mejor aprovechamiento del espacio, pues sobre la hoja de papiro solo se podía escribir por una cara.

Aun así, el pergamino tardaría en imponerse y durante siglos todavía se utilizó el papiro para la elaboración de códices. El mayor inconveniente del pergamino era su coste debido a la cantidad de animales que era necesario sacrificar. Algunas fuentes mencionan que una Biblia podía precisar hasta doscientos animales para su confección.

Elaboración de los códices

La elaboración de un códice era un proceso largo, ya que podía extenderse durante varios años. También era delicado y penoso, pues obligaba al monje a adoptar una postura incómoda durante horas, aplicando la tinta a mano alzada delante de un atril casi vertical.

La disposición del texto y su decoración eran cuidadosamente planificados. A través del rayado o pautado se trazaban las líneas maestras del códice. Las verticales enmarcaban el texto y las horizontales impedían que los reglones aparecieran torcidos. Se comenzaba por la escritura del texto, luego las letras en mayúscula y, por último, las ilustraciones. El tamaño y numero de ilustraciones incrementaba fuertemente el coste, no solo por la mayor extensión de pergamino precisa, sino también por los pigmentos necesarios. Por ejemplo, para el azul se utilizaba el lapislázuli de Afganistán.

El resultado era un texto compacto y continuo. No se dejaba espacio entre los párrafos o las palabras. De ahí la importancia de los calderones (¶) para indicar dónde empezaba o terminaba un párrafo.

La última etapa era la encuadernación. Los cuadernillos de pergamino cosidos se protegían generalmente con unas tapas de piel o de madera revestida de un tejido noble (seda, terciopelo…). La tapa superior podía estar ricamente adornada, pues los libros solían colocarse tumbados. El lomo también se reforzaba, pero no empezó a decorarse hasta que los libros empezaron a guardarse verticales.  De esta manera, los libros fueron adoptando un aspecto parecido al que conocemos hoy en día.

Y esto es todo por el momento sobre este tema. Si te interesa viajar todavía más lejos en el tiempo, te recomiendo mi entrada: El origen de la escritura.



Fuentes utilizadas en la elaboración de este post:

Origen de las imágenes:

  • Foto de Boudewijn Huysmans en Unsplash
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5 comentarios sobre «Los códices: un breve viaje atrás en el tiempo»

  1. Me encanta la entrada, no se pueden entender las cosas sin saber su origen y muchas veces nos pasa demasiado desapercibido, me ha traído a la memoria las notas cuadradas de los antiguos códices en el origen de la escritura musical.
    Gracias por el esfuerzo de mantenernos la memoria viva

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