Una de las preguntas que, de pequeña, encontraba difícil de contestar era: ¿qué libro te llevarías a una isla desierta? Me hubiera hecho una isla de libros y, de hecho, más de uno se convirtió en mi isla desierta pues, una vez empezado, no podía hacer nada más que pasar sus páginas, aislada del mundo que me rodeaba. Devoraba los libros, alguna vez escondida con una linterna debajo de la colcha, cuando se suponía que debía estar durmiendo, pues todos prometían viajes, aventuras o situaciones que, llenaban mi corta vida. Supongo que algunas personas, al disfrutar de un cuadro o un concierto se han sentido transportadas de tal manera que han soñado con ser capaces, algún día, de pintar o tocar algo parecido. En mi caso, el sueño era escribir.
Sin embargo, los sueños, sobre todo los que tenemos cuando somos niños, a menudo se quedan en anécdotas. Crecemos, estudiamos “algo que tiene salidas” (en mi caso Económicas) y terminamos dedicándonos a algo que no tiene nada que ver con la literatura. Pero, cuando los sueños siguen llamando a tu puerta después de tantos años, es tiempo de de darles una oportunidad. ¿No crees?
Mar Montes